Cuando la puerta se abre, entro al pasado, un tiempo detenido, con el olor de los gladiolos marchitos. Dos gatos simétricos duermen sobre un librero. Las paredes grises y desnudas -sólo una foto del "Ché" con los ojos abiertos a la muerte- y las bocinas y las voces de la avenida Arequipa que se apagan contra las ventanas cerradas. Un texto en el muro, sobre una mesa: ¿Volverás a París? ¿A París? "Yo nunca he dejado París".