Maya no era nadie.
Maya andaba sola.
Maya era un juguete
o acaso una sombra.
Maya era unos versos
hechos en la alcoba
para que se duerman
los niños de ronda.
Maya era un sollozo.
Maya era una copa
que al ser ya bebida
se quebraba sola.
Maya era un instante
perdido en las cosas,
de esos que desechan,
al pasar, las horas.
Desde hace diez años
ya nadie la nombra.
Sólo su recuerdo
vive en la panoplia
junto a la que tantas
veces lloró sola.
Yo creo que Maya
ha muerto en la sombra,
como una crisálida
o una paloma.
Vengo de enterrarla.
Las campanas doblan
y lloran los niños
que estaban de ronda.
*Extraído de: Canción de Maya, Francisco Xandóval, pp. 13-14, Editorial SEA (Trujillo, 1992).
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