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(Dibujo: Enrique Bartra) |
No quiere decir esto que las décimas carezcan de encanto. "El café", "Talara" y otras situadas en la línea social, así como las que se revisten de interrogaciones metafísicas, dan buena medida de la capacidad poetizadora de Nicomedes, aun cuando su autor se encuentra constreñido por la sumisión formal a las espinelas, redondeadas además con los versos del cuarteto que les da motivo. Pero ente los "Poemas" se hallan "Muerte en el ring", "De igual a igual", "Llanto negro", "Los comuneros", "Palo", "América Latina", es decir, los que han superado la ocasionalidad de la emoción generadora y cuya calidad es relativa al logro final, no a las dificultades de la estructura externa, debido a lo cual se completan en sí y develan una perspectiva secular sobre el hombre y la vida.
Es probable que "Cumunana" sea el libro de la transición. Dos elementos fundamentales hay en la personalidad de Nicomedes Santa Cruz que condicionan su vocación en un sentido particular, diferente al del resto de los poetas peruanos. Uno es su naturalidad, entendida ésta como una manifestación que brotó sin auxilio de la cultura sistemática pues era y es carne de ser, y otro el sentimiento de la negritud, que en el país sólo había aparecido, tímida y sobretodo jocosamente, en la música popular afro-peruana, hoy en irremediable proceso e desaparición. Este sentimiento tiene en Santa Cruz un sentido que rebasa el simplemente racial y que apunta, sin hacerse todavía conciencia en él, como espíritu de clase. Tal vez el libro comentado sea la objetivación de la crisis que el paso de lo pintoresco a lo humano está provocando en el poeta.
Que conste, sin embargo, que lo señalado arriba es únicamente una hipótesis. El libro nos ofrece tres escalones: la décima, que Santa Cruz maneja con habilidad que alcanza la maestría; los excelente poemas comprometidos con la realidad y, por último, lo que en el segundo de estos grupos se manifiesta como frustráneo, incidental, libresco y paródico ("A la muerte de Juan Belmonte", "Oración", "Poerto", "Puerto Callao", por ejemplo). Es el propio Nicomedes quien debe preguntarse en cuál de estos tres escalones siente que es más él y su obra es más profundamente suya. A la postre, cada artista se enfrenta algún día a su enigma y elige ante él su rumbo para siempre.
*Extraído de: "Nicomedes ante su enigma". Por Sebastián Salazar Bondy. Diario "El Comercio" (24 de mayo de 1964).
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