Su vida de estudiante
1. A los cien años de su nacimiento, César Vallejo es el poeta de habla hispana del presente siglo más estudiado en el mundo. Su vida y su obra son inagotable cantera para los más enjundiosos análisis, las más originales interpretaciones, las posiciones más apasionadas y, a veces también, las más controvertidas. En homenajes, encuentros, simposios y conversatorios se leen trabajos de suma novedad. También con acelerada frecuencia se publican libros, revistas, separatas en diferentes idiomas, con los que se enriquece la ya nutrida bibliografía del universal poeta peruano.
Pese a este explicable interés, los estudiosos peruanos y extranjeros no se han detenido a especular sobre la vida estudiantil de César Vallejo. Las mejores ediciones ofrecen citas muy breves, a veces de pocas líneas, sobre esta faceta. El tema me parece interesante y nos ayudará a explicarnos variados aspectos de su creación. Intento abordar ese ángulo, en forma documentada, tanto para destacar su figura de alumno excepcional, cuanto para consolidar una imagen global del poeta.
2. Vallejo tuvo una vida relativamente breve. A los 46 años de edad, un hombre apenas ingresa en la plenitud de su madurez y hay escritores longevos que han sobrepasado largamente los 70. Sólo cinco años de ese total los vivió en Trujillo, de la manera más intensa, porque esta ciudad le prodigó los más valiosos estímulos, pero también, por paradoja, le obligó a soportar los más humillantes episodios.
Si consideramos que en 1905 Vallejo viaja a Huamachuco para continuar su Educación Secundaria, hemos de reconocer que muy poco tiempo compartió su vida en el seno familiar. Fueron apenas 12 años muy pródigos en vivencias espirituales, llenas de candor y de hermosos recuerdos. Ese temprano desarraigo de los suyos y de la tierra nativa ahonda y engrandece su amor, nutrido de inconsolable nostalgia hasta el fin de sus días. Por eso añora a sus padres, a sus hermanos y a su Santiago querido a donde sueña volver, en forma reiterativa.
Vallejo es el último de sus hermanos, el «shulca», para usar una voz quechua todavía vigente. Cuando tenía ocho años, don Francisco de Paula, su padre, frisaba los sesenta, «...parece que el hijo conservara de su padre el recuerdo de un hombre ya anciano (había nacido probablemente en 1840, y le llevaba 10 años a su esposa), austero, o mejor dicho augusto en todos los sentidos que encierra dicha palabra, grave, religioso, apacible y a la vez tierno con el menor de sus descendientes», afirma André Coyné. Su condición de hijo último, a mi entender, genera una doble circunstancia: a) ser el más mimado de toda la familia, como ocurre en los hogares con muchos hijos y b) resignarse a ser el único obligado a obedecer, pues no tiene derecho a mandar como los mayores.
Ser el más mimado entre sus hermanos y tener que ausentarse apenas cumplidos sus 12 años, tiene que repercutir profundamente en su vida y en su obra. Al principio es una ausencia con retornos esporádicos durante las vacaciones, para convertirse en definitiva desde 1913. Su saudade, su mal de ausencia, no es sino fiel expresión de un sentimiento provinciano, más acentuado en los pobladores de la sierra. Creo, además, que los hijos cuya vida es corta en el seno de su familia, sienten con más intensidad el amor hacia los suyos. En Vallejo es permanente y sublime el amor hacia su madre viva o muerta; también lo es, en otra dimensión e intensidad, su amor por el padre; como lo es tierno y efusivo el que siente por sus hermanos ausentes.
Vallejo asume una gran responsabilidad y es consciente del enorme esfuerzo que realizan sus padres por enviarlo a estudiar, primero a Huamachuco, después a Truji11o, Lima y nuevamente a Trujillo. Búsqueda de una profesión, sacerdotal como soñó en su infancia y tal vez anhelaron sus padres, o de médico, como pretendía él, lo cierto es que se entregó con dedicación al estudio, única manera de corresponder a las aspiraciones paternas, a las esperanzas de los hermanos y a la propia realización personal.
3. Vallejo inicia sus estudios de Primaria a los 8 años de edad, como era corriente en aquel entonces, pues no existían en el país los niveles de Jardín de la Infancia o Educación Inicial. Empieza en la Escuela Municipal de Santiago de Chuco, pero en 1901 figura como alumno de 2o año en el Centro Escolar 271, El Director del plantel era don Abraham Arias, nada menos que padre de los poetas Felipe y Abraham Arias Larreta, este último mi catedrático de Literatura Peruana, que muriera en los Estados Unidos de Norteamérica, cumpliendo voluntario exilio por razón de sus ideas políticas (APRA), pero también productiva estancia en los campos de la investigación y la producción editorial.
De los estudios iniciales del poeta no es posible ofrecer documento alguno, porque sus archivos no los poseen. Así lo hemos comprobado en nuestra visita del mes de septiembre de 1988. La referencia heredada por viejos santiaguinos es la de que, desde su niñez, Vallejo se distinguió por su rara capacidad intelectual.
4. Santiago de Chuco no contaba, a comienzos de siglo, con un colegio secundario, por su condición de distrito de la provincia de Sánchez Carrión (así reza el certificado oficial), más conocida como de Huamachuco, Sólo en 1900, Santiago adquiere la jerarquía de provincia; sin embargo, la creación de un centro de Educación Secundaria ocurre varias décadas después (1958), cuando se funda el que lleva su nombre, Esta circunstancia determinó el viaje a Huamachuco para continuar estudios en el «San Nicolás», a partir de 1905.
La Educación Secundaria, según el sistema educativo de la época, se cursaba en 4 años, con un total de 34 asignaturas (Ver anexo N° 1). Vallejo completa los estudios en tres años y, debido a su rendimiento sobresaliente en los dos primeros en los que es distinguido con MEDALLAS DE PLATA y Premio al MEJOR ALUMNO en Gramática Castellana e Historia Antigua y Media, también se le dispensa de cursar el 3er. año {1907}, casillero que aparece en blanco y en el que continuó como alumno libre. Una apreciación global de esta etapa podemos tenerla observando el siguiente cuadro:
Fácilmente, de aquí se desprende que en el primer año registra un rendimiento excepcional, pues de los once cursos en total, en nueve obtiene la nota 20 y sólo en dos, el calificativo de 16 que, paralelamente, es su nota más baja; el total de puntos es de 212. En segundo año, la nota 20 es alcanzada en siete materias y las tres restantes se dispersan entre 16, 17 y 18. En el último año, con mayor número de cursos, no figura ningún 20, pero sí hay tres con 19 y ocho con 17; las otras notas son 16 y 18. Durante la Secundaria, Vallejo totaliza 615 puntos que, divididos entre las 34 materias del curricula, arrojan un promedio ponderado de DIECIOCHO, con tres unidades de residuo. El resultado es más meritorio porque se trata de un forastero en Huamachuco; Vallejo no es alumno del lugar, ni está vinculado a las autoridades o familias distinguidas, en cuyo caso - a s í ocurre a veces- los buenos calificativos obedecen a una dosis de favoritismo o adulonería.
Podemos observar, dentro de este análisis, que si obtuvo las dos notas más bajas en primer año es porque quizá no eran cursos muy importantes para él: Historia Romana y Educación Física. En cambio, Francés, como lengua extranjera, le despierta gran entusiasmo y en él obtiene 20,20 y 19. En estos inicios hallamos el fermento de su especial predilección por los simbolistas franceses de sus lecturas posteriores, así como el obsesionante señuelo de París: «Hay madre, un sitio en el mundo, que se llama París. Un sitio grande y lejano y otra vez grande» (Poemas en prosa).
Hay una declinación en las calificaciones máximas entre primer y cuarto año. En ambos se registra el mismo total de 212 puntos, aunque en 4o figuran 13 en vez de 11 asignaturas. También se aprecia un crecimiento porcentual que llega a ocho cursos con nota 17 y tres con 19, calificativo que no aparece en los años precedentes. Por último, del total de materias de la Secundaria, en casi el 50% (16 de 34), Vallejo alcanza la nota 20 que corresponde, sin ninguna duda, a un estudiante excepcional.
Un detalle me permito destacar en este documento. El certificado aparece expedido a favor del alumno ABRAHAM C. Vallejo Mendoza, contrariamente al nombre de CÉSAR Abraham con que fue bautizado. Parece que ante la costumbre peruana de llevar dos «nombres de pila», en el seno de su familia más lo trataban con Abraham y no con César (su madre «le llamaba Abrahamcito..,», Con Vallejo en París mientras llueve, Gastón Baquero). En el registro de matrícula (1913), 1er. año de Letras en la Universidad Nacional de Trujillo, el asiento corresponde a César Abraham Vallejo y Mendoza, de 21 años de edad; en la firma, Abraham figura primero. De igual manera, su tesis sustentada en 1915 aparece firmada por A. César Vallejo. En su madurez decide usar César Vallejo, a secas; nunca usó César Abraham, como se acostumbra nombrarlo.
5. Los biógrafos consignan que en 1910 y en 1911 Vallejo registró matrícula en la Facultad de Letras de la Universidad de La Libertad, Trujillo, y en la de Medicina de la Universidad Mayor de San Marcos, respectivamente. En ambos casos los estudios fueron abandonados por diversas circunstancias. Al inscribirse nuevamente en la primera (1913), empiezan sus cinco años en Trujillo, tan importantes como decisivos en su vida y en su obra.
Trujillo es una ciudad pequeña y casi conventual, construida con un gusto muy español, pero de un desarrollo demasiado lento. Urbanísticamente, su extensa Plaza de Armas exhibía una pileta con verja al centro. Sus calles eran empedradas con adoquines y una acequia que corría por en medio suplía la falta de servicios higiénicos. Aún quedaban rezagos de sus tradicionales «portadas» de Moche, Huamán, Mansiche y de la Sierra y restos de la muralla que circundaba la ciudad. Desde el punto de vista socioeconómico,
Trujillo era una ciudad de clases muy marcadas. La high lije o alta sociedad estaba conformada por antiguos señoritos, familias con abolengo hispano, dueñas de escudos heráldicos y árboles genealógicos, propietarios de las casonas coloniales y también dueños del poder económico. Los sonoros apellidos constituíanla facción más aristocrática de la ciudad; esos mismos apellidos eran llevados por habitantes con marcadas facciones orientales, en vista de relaciones ilícitas entre patrones y esclavas chinas. Las reuniones de la alta sociedad eran exclusivas, en ambientes lujosos y con mucha ostentación, a los que no tenía acceso el sector popular. Nunca, hasta hoy, se han conciliado ambos extremos, aunque aquella rancia aristocracia haya perdido totalmente su hegemonía económica frente a la insurgencia de los nuevos «reyes de la papa», «del transporte» o «del narcotráfico».
Vallejo, poeta provinciano con ansias de triunfo, tuvo que ubicarse en la orilla de enfrente, porque en ésta, Víctor Alejandro Hernández, su competidor, quemaba incienso a las chicas de la alta sociedad, escribiendo versos para sus álbumes. Su vida fue de permanente lucha dentro de un conglomerado más bien hostil y propenso a mofarse de un joven medio esnobista por su larga cabellera y decidido a imponer sus ideas, pese a que todavía transitaba por florecidos prados del agonizante romanticismo y se entusiasmaba con la heráldica posición del cautivante modernismo.
La condición socioeconómica de Vallejo se precisa con el domicilio inicial consignado en su matrícula: calle de La Libertad, s/n. No se trata de una rústica vivienda de los extramuros, porque no los había, pero se infiere que debió ser una pensión no en el centro de la ciudad, sino muy cerca de su gran muralla. Más tarde se trasladó al Hotel El Arco, 2° piso, llamado después Hotel Carranza, departamento que es hoy monumento histórico abandonado en la esquina de Mariscal de Orbegoso y San Martín, en pleno centro de Trujillo.
Dentro de la Universidad, los hijos de las familias ricas eran llamados «pitucos» y también motejados como «gafos», palabra que significa bobo, tonto, simplón en el habla de la ciudad, y que en 1917, para las elecciones al Centro Universitario, estuvieron comandados por Álvaro Pinillos Goicochea, posteriormente distinguido miembro del foro trujillano. Los adversarios en la lucha estudiantil, un año antes del Grito de Córdoba, eran los alumnos de provincias, como el caso de Vallejo, quien no postuló a cargos directivos, pero sí era muy considerado en la dirigencia de Clodomiro Chávez.
Es dentro de este entorno donde Vallejo tiene que desenvolverse. Como estudiante universitario, ratifica su capacidad intelectual y su dedicación por el estudio, a pesar de compartir su tiempo con el trabajo como maestro primario en el Centro Viejo y Bibliotecario de la Sociedad de Preceptores de Trujillo, aparte de la producción poética empezada con mucho entusiasmo.
6. En el Libro de Actas del consejo Universitario, correspondiente a los años 1908-1911, p. 221, sesión del 15 de noviembre, consta que César A. Vallejo arrasó con casi todos los premios por materias en el 1er. año de Letras (1913), a excepción de Historia de la Filosofía Antigua, conferido a Víctor Alejandro Hernández. Los premios se entregaban en la ceremonia de clausura del año académico y consistían en diploma y una obra. La relación de cursos y obras es la siguiente:
1. Filosofía Subjetiva. «Los filósofos del siglo XX». Taine.
2. Civilización Antigua. «Las leyes de Manú». Ventura García Calderón.
3. Literatura Castellana. «Poesía». Manuel Acuña.
4. Literatura Antigua. «La Ilíada». Homero.
En 1914 cursa el 2.° año de Letras. Otra vez en el mismo Libro de Actas, p. 258, se consignan dos clases de distinciones. Los llamados PREMIOS MENORES se concedían, por asignatura, a los alumnos de mejor rendimiento. Esta vez Vallejo arrasó con todos los premios, también consistentes en diploma y una obra interesante. En los dos años de Letras, sus notas habían oscilado entre 17 y 19. La segunda relación es la siguiente:
1. Filosofía Objetiva, «Los enigmas del Universo». Eraest Haeckel.
2. Estética e Historia del Arte. «Historia de las religiones». Max Müller.
3. Historia de la Civilización Moderna. «El pasado de la guerra y el porvenir de la paz». Ch, Richet.
4. Historia de la Civilización del Perú. «Apéndice a mis últimas tradiciones». Ricardo Palma,
5. Sociología. «La sociología y la política». Gumplowitz.
En la página 216 figura la concesión de un PREMIO MAYOR a César Vallejo y que es la CONTENTA para el Grado de Bachiller en Filosofía y Letras. Tal distinción consistía en la exoneración de derechos de graduación, incluyendo los del diploma y el timbre fiscal que iba adherido a él, otorgado a los mejores alumnos.
La primera fase de sus estudios universitarios culmina con la sustentación de su tesis «El romanticismo en la literatura castellana», el 22 de septiembre de 1915. Un ejemplar mecanografiado del interesante trabajo existía en los archivos de la Universidad Nacional de Trujillo. Por mi cargo administrativo de taquimecanógrafo del Consejo Universitario logré en 1953 reproducir literalmente la tesis en la cual no se precisa la fecha de ese mes de septiembre y que ofrece ligeras diferencias, sobre todo gramaticales, con la publicada por Tipografía Olaya, Progreso 511, con fecha septiembre 22 de 1915 y el Vo, B°. de Checa (José María es su nombre y se trata del Rector de la Universidad). De este ejemplar se ha obtenido la reproducción facsimilar, con apoyo del Consejo de Ciencia y Tecnología (CONCYTEC) y dentro del Homenaje Internacional a Vallejo, 1988.
La sustentación de la tesis era el acto más solemne de la vida universitaria, pues el graduando debía enfrentarse a un severo jurado compuesto por cinco magistrados de la Corte Superior de Justicia o jurisconsultos de mucho prestigio, presididos por el propio Rector. Dos de ellos, los doctores Julio F, Quevedo Lizarzaburu y Eleazar Boloña, en su calidad de replicantes, fueron los primeros en presentar objeciones a la tesis, No cabe duda de que la sustentación del trabajo y la absolución de las preguntas debieron ser de la más alta calidad académica, pues así lo revelan los calificativos de 19, 20, 17, 18 y 20 (Ver anexo N° 2), cuyo promedio es de DIECIOCHO puntos con cuatro quintos, por lo que mereció el calificativo de sobresaliente.
7. Su vida universitaria no termina allí, pues continúa en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, al igual que su hermano Néstor. No creo que haya declinado su entusiasmo por el estudio, puesto que sus calificativos en los tres años de Derecho se ubican en los más altos niveles, entre 17 y 18. Veamos:
Sólo hasta diciembre de 1917, Trujillo fue escenario de la etapa más importante de su vida. Lamentablemente, nunca llegaría a ser el abogado que había empezado a perfilarse con notable inquietud.
8. Algunos estudiosos, sin mala intención, plantean que, desde Trujillo, Vallejo fue un poeta acosado por la miseria, el hambre y la necesidad hasta el día de su muerte. En el Paseo de las Letras se erigió un busto en el que se lo presenta en camisa, con el cuello abierto, pretendiendo resaltar su identificación con los proletarios del mundo y su militancia comunista. Todas las fotos que se conocen lo destacan como un hombre bien presentado, cuidadoso de su aspecto físico, consecuentemente siempre elegante, jamás un desharrapado. Es que Vallejo fue un hombre de trabajo y en varias actividades diferentes demostró su capacidad. Lo vemos como obrero en las minas de Quiruvilca (1910), profesor en Huánuco (1911); ayudante de Contabilidad en la hacienda Roma (1912) y después profesor en Trujillo y Lima.
Que no vivió arrancado en Trujillo, que no estuvo acosado por el hambre, lo prueba el texto de una hermosa carta rescatada por el poeta peruano Arturo Corcuera. Don Francisco Paredes Santolalla, pintor, natural de Mollepate (La Libertad) y residente en Caracas, se la proporcionó. Él a su vez la obtuvo, años atrás, de poder de un sobrino de Vallejo, por cuyo obsequio le regaló un viejo revólver, pero sin balas (Ver anexo N° 3).
«Sabrás que estoy en San Juan, con un buen sueldo...» «A mi mamacita le enviaremos su remesa el mismo día (miércoles siguiente) sin falta», son testimonios de su vida sin angustias económicas. En la carta destaca ese gran amor por los suyos, a través de persistentes diminutivos, característica sentimental de los pobladores del Ande. También alude a su vida agitada entre el estudio y el trabajo, robándole tiempo al sueño para desarrollar su tesis. Su añoranza a la reposada vida de Santiago: «ahí me levantaba a las once», en primera persona debe entenderse como referida a sus vacaciones de fin de curso. Ni la madre, ni los hermanos, obviamente, podrían turbar el sueño del hermano menor que volvía en busca de un necesario y legítimo reposo. Por último, la alusión a «aquella vecinita pequeñita, aquella criatura de color moreno y de talle delgadito de que te conté que me obsequió un pañuelo...» «...pues la recuerdo mucho y la sueño todas las noches, y por eso tal vez estoy triste», ¿no es acaso la andina y dulce Rita?*
Trujillo brinda a Vallejo el estímulo de un reconocimiento. En Trujillo vivió sus romances juveniles con Zoila Rosa Cuadra y María Rosa Xandóval, hermana de Francisco, el más joven del grupo «Norte», romances tan intensos como dramáticos, pues con la primera rompió en 1917 y la segunda murió al año siguiente, siendo todavía una chiquilla. El episodio más trágico vivido en Trujillo fue su injusto encarcelamiento de 112 días (6 de noviembre de 1920 al 12 de febrero de 1921). Al igual que Cervantes con «un lugar de La Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme..,», Vallejo prefiere no recordarlo más: «el momento más grave de mi vida fue mi prisión en una cárcel del Perú». Habría que agregar, no como descargo, puesto que es bien sabido, que el proceso se inició tal vez para saciar enemistades pueblerinas, odios personales y de familias en Santiago de Chuco. La prueba de que Trujillo estuvo a su lado, a través de su juventud estudiosa, es patente en el memorial suscrito por estudiantes encabezados precisamente por Álvaro Pinillo Goicochea, el representante de la alta sociedad y virtual enemigo en las luchas estudiantiles (Ver anexo N° 4). Los poemas más intensos de Trilce son el lacerante producto de esos días angustiosos e irremediablemente absurdos de su prisión. Salió de la cárcel con libertad condicional, lo que significa que el injusto proceso no ha terminado, ni siquiera después de su muerte.
La vida estudiantil de Vallejo nos lo muestra como un caso excepcional, imposible de superar ni en el presente siglo ni en el venidero. Fuera de toda duda, es un caso salido de toda normalidad. Para mí es el capital peruano que no se devaluará nunca. Hombre de la mejor ley, destellará siempre sobre los cielos de América y del mundo, iluminando a los hombres con su penetrante mensaje de amor, de humanidad y dé paz.
* Véase Félix Grande: «¿Quién fue "La andina y dulce Rita"?», en Once artistas y un dios, Ediciones Taurus. Madrid, 1986. Págs. 25-32.
Carta de Vallejo, inédita en España**
Trujillo, de mayo 1915
Sr. Manuel N. Vallejo
Santiago de Chuco
Mi querido hermanito:
Correspondo a la cartíta tuya que vino dirigida a Victítor; haciendo votos porque tu salud no sufra quebranto alguno, así como la de nuestros amados padres y hermanitos todos. Nosotros sin novedad.
Son las dos de la mañana, hora en que he interrumpido mi labor en escribir mi tesis de Bachiller, para escribirte estas líneas. Estoy triste, y mi corazón se presta en esta hora a recordar con hondo pesar de ti, de la familia, de dulces horas de tierna hermandad y de alegres rondas en medio de la noche lluviosa. Estoy triste, muy triste. Hoy mi vida de estudio y meditación diaria es qué distinta de la vida disipada de la sierra. Aquí mis horas son contadas, y me falta tiempo para vivir laborando por nuestro porvenir. Antes, ahí me levantaba a las once; hoy antes de las seis, cuando aún raya el día estoy en pie, en mi habitación solitaria, sólito, con mis libros y mis papeles. Y bajo la frente pensando que sí es cierto que ya estoy en mi Santiago, en el seno de los míos, que ya todo eso pasó, pero volveré alguna tarde de Enero caminito a mi tierra, mi querida tierra. Por eso, con esta esperanza trabajo con entusiasmo todo el día, y cansado, cansado, cuando la tarde cae otra vez me vuelve el recuerdo dorado de ti, de !a familia, de tantas otras cosas dulces. Y me pongo triste, muy triste, hermano mío! Esta es mi vida.
Dame razón detallada de aquella vecinita pequeñita, de aquella criatura de color moreno y de talle delgadito de que te conté que me obsequió un pañuelo. Cuídala qué hace, cuál es su conducta y si tal vez da oído a alguien. Y te ruego que siempre me hables de ella cuando me escribas, pues la recuerdo mucho y la sueño todas las noches, y por eso tal vez estoy triste, tan triste.
Sabrás que estoy en San Juan, con un buen sueldo. Ya estoy arreglando todo aquello que dejé pendiente con algunos amigos de esa. Tú no te mortifiques por este lado.
Con las otras, tú desempéñate como siempre: lata y más lata.
Siempre que tú me contestes, yo quiero escribirte largo en todos los correos; y esperando por momentos ver tus letras, se despide tu hermano que te quiere y te extraña.
César
Dile a mi mamacita, papacito y mi abuelita que el miércoles escribo. A mi mamacita le enviaremos su remesa el mismo día sin falta. Vale.
[César Vallejo]
**(Anexo n.° 3). Texto facilitado por el poeta Arturo Corcuera y que pertenece al archivo de Francisco Paredes Santolalla.
Memorial de los universitarios de Trujillo al Tribunal Correccional***
Se nos proporciona copia del siguiente memorial con que la juventud universitaria de esta ciudad impetra la absolución del poeta César A. Vallejo, a quien se ha complicado en los deplorables sucesos ocurridos hace cuatro meses en Santiago de Chuco.
El Tribunal Correccional tendrá en cuenta, al juzgar el proceso aludido, las peticiones favorables que para salvar a Vallejo de una condena infamante se han formulado desde Lima, Chiclayo y de esta ciudad.
Señor Presidente del Tribunal Correccional.
S.P.
Un impostergable deber de humanidad, una perentoria .obligación de compañerismo y de solidarización espiritual en el aula, un alto imperativo moral y un más alto imperativo de justicia, fuérzanos a suscribir este memorial y a elevarlo, por su ilustrado órgano, ante la respetable y dignísima entidad que Ud. preside con tanta garantía para los fueros de la justicia y át\ derecho humanos, impetrando en nombre de los estudiantes universitarios de Trujillo la absolución del distinguido poeta y compañero nuestro, señor Br. César A. Vallejo, que ha sido complicado vulgarmente en los sucesos de Santiago de Chuco de Agosto último.
Con plena certidumbre del alto valor moral, con entero conocimiento de los antecedentes personales y de la conducta, sin mácula alguna hasta hoy, del acusado, apelamos a la conciencia superior del juez, desarrollada, en grado eminente, en los distinguidos magistrados que componen ese tribunal; a esa conciencia incorruptible, inaccesible a toda solitación que no sea la del derecho y la justicia; apelamos a esa conciencia superior que es capaz de libertarse de la letra muerta, de la pétrea osatura de un código y que, por lo mismo, rebasa, como todo organismo que realiza una trascendente función vital, del cauce limitador y exiguo que marca un expediente, del aparejamiento instructivo, insuficiente siempre, de un proceso escrito que no puede traducir en ningún caso la multiforme y compleja sustancialidad de los hechos, que es impotente para verter con integridad absoluta la vivaz y ágil realidad.
Es en la familiar fraternidad del claustro, en el contacto cotidiano y en el acercamiento cordial de los estudios, donde se aprecia mejor la contextura y el valimiento de un espíritu: la valoración ética, el respeto a la ley, la honradez y el acrisolamiento de una vida juvenil. Ninguna fuente nos parece en esta oportunidad de más eficiente y leal valor informativo. César Vallejo fue siempre, ante la conciencia de maestros y compañeros de cátedra, un vivaz ejemplo de contracción, de aprovechamiento y de moralidad, condiciones singulares que le han permitido alcanzar las más excepcionales distinciones durante el curso de sus estudios universitarios. Es pues, inverosímil ante la lógica de un criterio libre y humano, ante el fallo de un juicio sereno y superior, que toda una vida de persistente y acendrado esfuerzo se lance a la comisión de un delito vulgar que arroje sobre ella el estigma envilecedor, la maculación ignominiosa y vergonzante de una condena.
Al formular esta petición la juventud universitaria no hace sino recoger un anhelo general, un fallo de la conciencia pública que se ha producido con vibrante espontaneidad, respecto a la persona de César Vallejo, y que en todos los países de cultura jurídica avanzada constituye un hecho sintomático para determinar la insubsistencia de una acusación y el sobreseimiento o absolución del encausado.
Por todas estas razones, de un elevado orden espiritual, los que suscriben esta petición confían en el superior sentido jurídico de los respetables magistrados que componen ese tribunal, y con esta ocasión tienen el singular honor de rendir sus respetos y sus homenajes al preclaro y sagrado magisterio que desempeñan en el seno de la comunidad social.
Trujillo, Diciembre 2 de 1920.
Alvaro de Pinillos G., Leoncio Muñoz B., Juan de Dios Ganoza C, Carlos M. Cox, Arcesio Condemarín, Alberto Lareo P., Carlos Espejo Asturrizaga, Leopoldo H. Ortiz, Juan M. Sotero, V.M. Zavaleta, V. Carranza, M.J. Acevedo, Carlos E. Goicoechea, J. Gálvez C, Antenor Guerra García, M.A. Villacorta Corcuera, E. Benítez Loniza, L. Díaz N., Alfredo Manncel, M. Álvarez y León, Luis A. Arbulu, Enrique Araujo G, José M. Godoy, José María Peña Aranda, Gustavo Torres Rivas, Agustín Orrego H, Emiliano Castañeda, M. Mondoñedo, Mario N. Saldaña G., César A. Alfaro, F. A. Galarreta G., José G. del Castillo, Manuel Rodríguez D., Leónidas Galloso, Alfonso Sánchez Urteaga, Diógenes M. Vásquez, Ricardo L. Carrera, Luciano M. Castillo C, Mauro Novoa Rodríguez, J. Carmelo La Cunza.
Alfredo Rebaza Acosta, Demetrio Cedrón, Agustín P. Masías, Enrique Albrechet Arias, Leónidas J. Risco R.; Francisco Carranza, J. Salomé Díaz, Francisco Moreno, Francisco Ortega, Jorge de Guinzaraes B., Max J. Revilla, B. Quiñones Pretel, Max Benítez Loaíza, Humberto S. Vásquez, Sergio D. Cuba Torres, Carlos F. Mendoza, Alfredo Otoya Porturas, Carlos Julio Calderón, Manuel Vásquez, Federico Esquerre.
***(Anexo n°. 4). Publicado en La Industria de Trujillo. Perú, diciembre de 1920.
*Extraído de: Cuadernos Hispanoamericanos N° 499, pp. 7 - 19, Madrid (1992).
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