17 feb 2015

Cinco poemas de Francisco Bendezú

Caricatura del poeta Francisco Bendezú, realizada por Carlos Tovar (Carlín).

Cinco Poemas de "Cantos"*




NOCTURNO DE SANTIAGO


        Junto a los muros desvelados de Santiago
mi fantasma ahoga revólveres y brazos.
Los peces de la niebla empañan tus vidrieras,
y antifaces de plomo y hierba y plumas
entornan sus ojos debajo de la nieve.

(La soledad decapitada                                             
bordonea en tus barandas).                                           



Interminable-
mente

       el tiempo está llorando
en azoteas desiertas.


Las estatuas sueñan.

                                               Oscurece  :
¿qué pie resbala en el musgo
de tu queda escalinata?

Sangra el silencio.
Las paredes crecen.



                                                 - ¿Qué vive, amor?
- ¡El viento! ¡El viento!


¡Ay maleficio
                                     de las goteras!
Espejo cual fosa abierta.
                                        Memento.

Sobre armarios y botellas y cornisas,
sobre labios y diafragmas y sombreros,
y paraguas como yertas rosas negras,
aletean ilegibles mariposas.

La lluvia errante nos invoca,
desde lejos, con su aullido
de cierva malherida, con su frente
de alambres retorcidos y lunas agrietadas,
con tejados de sombra
irremediablemente lejanos y perdidos.



________
* La obra "Cantos" obtuvo la Primera Mención en el Concurso Latinoamericano de Poesía Casa de las Américas 1966.




SÚPLICA


¡Oh, sal de los espejos,
reverdece en las sábanas de lino,
atraviesa los tabiques,
aparécete de pronto en la sala más oscura!

Me faltas en las bancas,
en plexo, en la penumbra.
Tú haces que la luna se desborde
y el verano en los ojos se prolongue.

Te he perdido. Ni bebiéndome
todo el cielo podré recuperarte,
ni habrá filtro ni talismán ni hierba caleinada
que tone a cubrir tus hombros
con el azul vacío de las puertas de antaño.

¡Oh, desmantela los espejos,
detén las nubes, fulmina las semanas,
paraliza las mandíbulas del jaguar desmesurado!

¡Ven! ¡Oh, ven!
Como el otro entre el barro de los ríos,
como el séquito del sol en los pámpanos de enero.



EPÍSTOLA MÁGICA

I

(Introito.)

              yerba del odio
              que te agobie un mazo de plumas y navajas más pesado
que las moles de catorce  mil ventanas o te acose la garra
del olvido o te envenene la piedra irisada de los gallos
              oh dame el santo y seña de la lluvia la fórmula que
estanca el curso del tiempo dame tu voz llena de troncos
desplomados tu mirada espesa como la miel del silencio
               el tam-tam de mi corazón atruena
               y entre pieles humanas y emblemas y jabalíes alanceados
               como Venus mutilada te asomas al balcón
               y el hocico de un cometa roza tus duros pechos de
plata turbia y nieve
               tu caballera galopa a campo traviesa tu cuerpo salva
celosías tu sombra cubre el mar
               lámina de niebla sangrante leñadora torre de holocaustos
               solitaria en el tranvía que no gobierna nadie traspuesta
en el tranvía fantasma que despega como un dirigible sobre
el mar sin ecos
               maldicen tus rodillas y tu frente los toros que largamente 
mugen en las criptas
                y las arañas que tejen sus telas en los zapatos violines 
arrumbados en graneros



II

(Fuga)


¿Quién huye?
¿Quién arroja salvavidas por la borda?
¿Quién capta
el gemido secreto de la hormiga?
¿Qué mano cincela tus arrugas?

¿Para qué quiero
el extensible alambre de humo
que mide la profundidad de los espejos?


¡Dadme sólo
plomadas para el vértigo,
balanzas para el llanto,
gavetas para el tiempo,
moldes para el aire, sondas,
y un hacha de luna y sombra verde
para tronchar los fantasmas de mi pecho!



III

(Brindis.)


        Por la que fuiste - perdida en puentes distantes,
indeleble.
         Por tu mano - gaviota que planea sobre la dársena gris 
de sábados difuntos.
         Por las lunas exhaustas.
         Por el grito de bruma petrificado en tu ventana.
         Por los corazones que grabé - cicatrizados.
         Por las caballeras extintas del invierno.
         Por las noches, arboladas como navíos.
         Por tus labios, largos como la nieve.
         Por las almenas de tu corazón.
         Por el invisible bramante que atará para siempre tu 
tobillo a mi tórax enterrado.




LAS MUSAS INQUIETANTES*


Yo le canto a tu roja esperanza sordomuda.
Yo exalto tu perfil de amianto, y descifro tus emblemas,
y apaciento tu errante dirigible de silencio.
Yo canto tu abrazo nupcial con la inminencia.


¡Vengo a platicar con tu columna acongojada,
y tu matrona acéfala, y tu lituo en equilibrio,
y la doncella con la mano al pecho,
y la caja azul que tus enigmas preserva!

¡Vengo a exorcizar la sombra del fusil terrible,
y el óvalo mortal fileteado con bramante,
y los bastones  de sable y gules y sinople,
y abrir el ataúd en donde yacen tus amordazados maniquíes!

¡Que los émbolos del pánico no desfonden tu horizonte,
ni piafen los corceles en tus portales desiertos,
ni el simún dilate tu tirante perspectiva ni el otoño
tus grímpolas desprenda de olor a trementina!

¿Quién dijo, augur marino, que ahogabas a los cisnes
en lívidos estanques? Tus buzos taciturnos previnieron
ungüentos y guirnaldas. Tu náyade de bruma
venda en las plazas del mar goletas malheridas.

¡No quieres, ni yo quiero, el castillo con su dura
alfombra de penumbra! Yo quiero un vendaval
de palomas de oro a través de las tinieblas
y en los pliegues de tu estatua ocultos ruiseñores.

Tú amas las órbitas de los mendigos ignotos,
no las bóvedas heladas de los bancos. Quieres
un mundo sin escarcha ni entablados de tristeza
ni parapetos de puente con muletas y limosnas.

¡Oh fábricas distantes! ¡Oh tumbas estentóreas!
¿Qué flujo de estandartes alborea en lontananza?
¡Insufla, oh primavera, la victoria en los poetas,
en los niños, en las madres, en los suaves ignorantes!

¡No quiero catafalcos ni plañidos ni hospitales!
¡Que el hombre ya no tema trompetas en el cielo!
La yerba, y no la sangre, nacerá de nuestros pasos.
Viniste a desquiciar las puertas giratorias de la muerte.

¡Veremos cara a cara, indemne, a tu columna,
y a tu dama sedente levantarse, y avanzar a la doncella,
y latir las chimeneas, y luna, y brazos, y una flor
en los cabellos de todas las mujeres ausentes de la tierra!



______
*Título de un cuadro de Giorgio de Chirico.





MÁSCARAS*

¿Qué baila detrás de nuestras frentes?

¿Quién vela al otro lado? ¿Qué nos espera?
Nadie. Nada.

Solamente una luz fuliginosa.
O nuestros brazo como remos de inmóviles mareas.

Ni punto ni círculo ni línea
ni la barca del tiempo.

(Yo no sé si la voz no es más que un sueño
y el amor un casto paroxismo de amapolas.

Yo sé que las estatuas sorben llanto en la arboleda.
Yo sé que el otoño acumula silencio en las botellas.
Yo sé que en la estación los guardagujas duermen.)

Solamente un solsticio de sordas mariposas,
o inútiles carruajes con teas de tinieblas,
o esqueletos de gallos
cantando eternamente por albas que no rayan.

Mujeres sin sombra, apariciones,
espejos insondables con lentos naufragios a distancia,
y fuegos fatuos, y en las landas
el tierno gemido de la mandrágoras recién arrancadas,
y el siempre y el jamás ardiendo juntos.

Ni torres ni molinos
ni el tórax misterioso de las tardes.

¿Para qué las cabelleras desplegadas
como estelas sobre el mundo?

¿Para qué los púlpitos, las bazas,
los óvalos, los cascos, los marbetes?
(¿Y las águilas inmunes de alta mar?
¿Y los granos -óleo y luz- de los sarcófagos?)

¿Para qué los mástiles, los cables,
las epístolas, las gafas, las briznas de los nidos,
el agua magnetizada,
las escuadras de cuencas vacías, los gramiles,
las sinuosas membranas de los armarios,
las filacterias, la sal, los meteoros?

¿Es, acaso, inútil la esperanza?

¡Embestid contra las rodillas doradas de la muerte!
¡Combatida cuerpo a cuerpo!
¡Ella corta con su espada el cordón que nos ata al fuego puro!

¡Nuestra insomne navaja de alaridos
contra su hilo indestructible de silencio!


_____
* Título de otro cuadro de Chirico.






*Extraído de: Revista Peruana de Cultura, N° 9-10,  Casa de la Cultura del Perú, págs. 40 - 47. (Lima, diciembre 1966).





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