16 ago 2014

"En torno a Platón: Espejos", por Alberto Benavides Ganoza

                                                                                       
"Mientras hay unos ojos que reflejen 
      los ojos que los miran;         
...                        
¡habrá poesía!"              
        BECQUER


   La especulación filosófica ha sido siempre cosa de reflejar la realidad. La psique (el alma) es el espejo, la tábula rarísima que sirve para reflejar que sirve para reflejar la naturaleza de las cosas, es decir las cosas mismas. Cuando el espejo es diáfano y la imagen nítida, ahí aparecen con toda claridad las cosas reflejadas hasta su principio; todo muestra entonces el brillo de la belleza que es la señal de su principio.

   Un espejo son los ojos. Quien tiene limpio el espejo de la mirada refleja entonces las cosas hasta sus principios, y las ve en el instante de su creación. El por fin mira. El escapa de sí, de la consideración de sí mismo para reflejar la realidad; no es ya un "yo" sino puro ojo; el espejo no tiene ya más que lo reflejado y es entonces un puro acto de reflejar.

   Dios es el gran especulador. De su especulación nacen todas las cosas. Ellas se reflejan en Dios como en su fuente; de ese Espejo procede el brillo de su belleza, pues la belleza no es otra cosa sino el brillo de los ojos de Dios reflejando sus hechuras. Este es un tema permanente del platonismo medieval, pero sus fuentes están en Platón mismo. Veamos un texto particularmente explícito respecto de ese tema de los espejos: Se trata de un fragmento de uno de los diálogos considerados "socráticos", es decir, de aquellos escritos tempranamente y en los cuales Sócrates es un personaje principalísimo: el Alcibíades I de Platón.


   "SOCRATES.- Te diré mi hipótesis acerca de lo que quiere decirnos y aconsejarnos aquella inscripción (el "Conocerte a ti mismo" del Oráculo de Apolo en Delfos). No hay muchas imágenes que nos sirvan en este caso, sino en realidad sólo la vista.

   ALCIBIADES.- ¿Qué quiere decir?

  SOCRATES.- Mira también tú el asunto: supón que en vez de hablarle a un hombre, nos dirigirnos a nuestros ojos aconsejándoles: "Véanse a sí mismos" ¿Cómo entenderemos esa invocación? ¿No significaría esto que deban los ojos mirar a algo, mirando a lo cual se vieran a sí mismos?

    ALCIBIADES.- Evidente.

  SOCRATES.- Pensemos entonces qué cosa hay que mirándola nos veamos a nosotros mismos también.

   ALCIBIADES.- Evidentemente, Sócrates, los espejos y cosas de ese tipo.

   SOCRATES.- Dices bien. ¿Y no hay algo de ese tipo en los ojos con los que vemos?

   ALCIBIADES.- Claro que sí.

   SOCRATES.- ¿No te has percatado que la cara de quien mira al ojo de otro se refleja en él como en un espejo, en lo que llamamos la pupila, surgiendo así un imagen del que mira?

   ALCIBIADES.- Es verdad lo que dices.

   SOCRATES.- Un ojo, entonces, contemplando a un ojo, y mirando hacia aquello que es lo mejor en él, aquello con lo que ve, se ve entonces también a sí mismo.

   ALCIBIADES.- Así parece.

   SOCRATES.- Pero si mira a cualquier otra parte del hombre o a cualesquiera otra cosa, salvo a aquello en lo que se dé la semejanza, no se verá a sí mismo. 

   ALCIBIADES.- Es verdad lo que dices.

   SOCRATES.- El ojo, entonces, si quiere verse a si mismo deberá mirar hacia un ojo, y principalmente a aquella parte en la que se da la virtud propia del ojo; ésta es, supongo, la visión.

   ALCIBIADES.- Así es.

   SOCRATES.- Así pues, querido Alcibíades, también si la psique se conoce a sí misma es dirigiendo su mirada hacia un psique, y especialmente a aquella pare en ella en la que surge la virtud propia de la psique -la sabiduría- y hacia todas aquellas cosas que les ocurra asemejársele.

   ALCIBIADES.- Así me lo parece también, Sócrates.

   SOCRATES.- ¿Podemos decir que hay algo en la psique más divino que esto: lo que es para ver las ideas y pensar con inteligencia?

   ALCIBIADES.- No podemos.

   SOCRATES.- A Dios ciertamente se parece esto; y aquel que hacia esto mire, también a todo lo divino conoce, a Dios y a la inteligencia; y este tal se conoce a sí mismo también.

   ALCIBIADES.- Así parece". (1)


   Sólo conociendo lo mejor y más cercano a la divinidad en la psique, puede decirse que nos conocemos. Esto sólo es posible mirándonos en el espejo de otra psique, buscando reflejar en lo mejor de ella lo mejor nuestro; es decir buscando reflejar la semejanza de la divinidad en la semejanza de la divinidad, como ver los propios ojos en los ojos de otro.

   El ser humano, como es obvio, está hecho de su encuentro con otros: su carácter esencial tiene que hacer con su ser social. El encuentro con el otro se realiza en el diálogo. El reflejo como en un espejo es sólo posible allí, luego, sólo sabemos que somos propiamente humanos en el diálogo, cuando en él estamos a la altura de lo mejor en nosotros mismos. Donde esto ocurre por excelencia es en la experiencia del amor, en la divina locura del amor, por la que nos llegan a los mortales los mayores bienes (2).

   Por eso está la filosofía inevitablemente vinculada al diálogo y a la conversación entre los seres humanos. Es cuestión de la necesidad de espejos. 

   Los diálogos de Platón sin también tales espejos donde conocernos a nosotros mismos, reflejando, reproduciendo en nuestra inteligencia este discurrir hacia lo más divino que el gran arte de Platón ha dejado allí plasmado. Pero esos diálogos nos lanzan inevitablemente, como cualquier buen libro, a buscar los ojos con los cuales proseguir la experiencia.




____________
(1) Platón. Alcibíades I, 132c-133c
(2) Platón, Fedro, 244c




*Extraído de: Umbral 2, págs.36-38. Antares, artes y letras. (Lima, Diciembre 1987)

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