14 jul 2014

"Una noche de luna en Llanganuco" de Ernesto Reyna


(Dibujo de Ernesto Reyna por Teófilo Villacorta)

ARRIEROS. Bufandas coloradas y ponchos de vicuña. La tarde malva. La nieve rosa. El Huaskán. ¡Huascarán! Venían del lado de Conchucos. Blancos caminitos de cabras. Los agarró la noche en el paso de Llanganuko. Rocas y kishuaris; un bosque en otro de rocas. Reces bravas, pequeños osos negros y pumas de ojos fosforescentes.
     
        En medio del bosque, a la entrada de la gruta acogedora, humea la fogata arriera. En cuclillas rumían la merienda frugal: el blando "pushpe" (habas hervidas) se hace liga en la boca y la cancha revienta entre los dientes. Largo trago de chacta abrasa la garganta. Coca en las "pikchas" (bolsones) de piel de vizcacha. "Cal en los "phurus" (pequeños calabazos) grabados a fuego. Sagrada catipa de la dulce coca de Monzón... Cal ardiente, sal y ají de las "chacchas". " Por los cuatro caminos del Tahuantinsuyo, por los Apus de la Cordilera Blanca, por la Madre Tierra y la Madre Mar ofrendaron lo mejor de las hojas... "Viejo Tata Huaskán, mi coca está amarga. ¡Ay! quién sabe, qué desgracia ne aguarda". En la hoguera una llama azul roja. Se iluminan los rostros bronces. Sombras. Sombras. Aúllan los perros. No tarda en salir la luna.

        Una cholita melocotón, se apartó del campamento. En la cuerva pequeña, donde los celos asesinaron a una linda engañadora, deberían los viajeros, prender una vela, escupir la coca o arrojar una moneda. "Alma en pena, dame un bien viaje".
     
        Llanganuko de los encantamientos. Una cuchillada profunda en un flanco del Padre Huaskarán. Las peñasquerías con su geometría caprichosa, desdibujaban animales y cosas extravagantes. Para los ojos de uno, eran buhos, para otros ojos, campanas: A la media noche, misteriosas, daban doce campanadas. Supay ¡Supay! El Diablo era grotesco y peludo como un oso negro. Juraba una desmuelada y verde boca, haberle visto tres veces. Espeso bosque de retorcido kishuaris: en los viejos troncos lacras de musgo y flotantes enredaderas. En los matorrales negros, parpadear de luciérnagas...
     
        Surge fantasmal en el linde del bosque una clara laguna: La Luna encantada en el fondo del agua plateada. Llanganuko. ¡Llanganuko!
         
        Al borde del lago, la indiecita melocotón, pensativa suspira. Sus ojos tiernos se van húmedos por los blancos caminitos de su tierra.Chola.¡Cholita! ¡Corazón de paloma! Sollozó despacito, muy despacito, como lloran las madres sobre la cuna del hijo dormido. Pobres recuerdos turbios y amargos como lágrimas. !Añoranzas y saudades de la agreste comarca nativa! "Chola, Cholita, salistes de tu Pomabamba, quizás nunca más volverás. Quien sabe en qué tierra extraña te encuentras sin un lloro. ¡Ay! ¡qué triste, qué triste! Mejor será morir".

        La Luna flotando lirio sobre el lago. "Morir, morir mejor será". Y acariciando la idea del suicidio, decidida metió un pie en el agua... "ALALAU" ¡Qué frío! ¡Qué frío! Pensó en el calorcito agradable de la gruta. Regresó quedito, tiritando, sin hacerse notar. Los tizones humeaban. Sobre aparejos, envueltos en sus ponchos, los arrieros, agrio olor a queso, "dormían con un solo ojo". El sitio era "pesado". Carabina en mano, esperaban a los ladrones o a los fantasmas. Gangosas charlas de viejas desveladas. "Los chilenos no hacían nada, se contentaron con tumbar a las mujeres". "Puis los gringos qui trabajan en minas de Conchucos, por tumbar un mujer a su gusto, regalaban sombrero lleno de plata... todas mujeres parieron para ellos"... "Buena gente estos gringos de m erda..."

       El capataz de la recua, amoroso le golpeó la nalga, "Chola, cholita antes que te vayas a Lima, déjame el último recuerdo".
     
       "Puis, tú más bien me lo dejarás..." Llanganuko. Llanganuko. Verdes lagunas. Ñustas encantadas en el bosque de kishuaris.
   
       Yungay.





*Extraído de: Amauta N°29, págs 17-20 (Febrero, 1930).

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