Día evadido de un hospital de pobres
para alumbar las miradas
de todos los que sucumben fuera.
Sin posibilidades
de que amanezca una noche
de arco iris
- sin otros pensamientos -
Luz amarillenta
luz de asfixia
en las profundidades del Metro.
Nada más aperitivo
para besar el polvo de una vez.
Llueven las alas muertas
-las anemias de tantos
no haber podido siempre-
y la elegancia lenta
de los que se pasean
sobre nuestras cabezas.
Uno se siente perseguido
por el dolor de los caminos.
Se huye. Y al fin quedan
la espada y la profundidad.
Seguirá gritando el cielo
ceniza y eclipse.
Abajo-entrañas de la tierra,
pútridas
-se estrangulan los vientos-
Remolinos de sótanos
junto a los ruidos férreos.
Relámpagos de los trenes
repletos de rebaño humano
cansado y pestilente.
Y de las manos del vértigo
se escapa
una mortal corriente
de muedo
e-l-e-c-t-r-i-z-a-d-o
París, 1928.
*Extraído de: Amauta N°18, pág. 38 (Octubre, 1928).
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