salió hasta la acequia a recibirnos
con sus brazos de afecto
hechos cintillos de agua
el sol a la pedrada
el viento terciado sobre los hombros
aldeanos del cerro
sabor de chicha en las palabras
y una escopeta engreída que ladraba
en todas las quebradas de los montes
a las blancas palomas de las horas
cacerina de risa en las cartucheras
de la alegría cotidiana de los campos
abrían calle los cañaverales
para que suban los caminos
hasta el canto de los chiroques
los canes hacían temblar
las singladuras de las nubes
yo salí a acostarme en la arenita suave
DE TUS MIRADAS
y en recodo de la tarde
asesinaba la fusilería de los pájarobobos
a una vieja acequia asmática
que en los ratos de lluvia serpenteaba
recuerdos
DE LAS REVOLUCIONES DEL OCHENTA.
*Extraído de: Amauta N° 17 , págs. 19-20 (Setiembre, 1928).
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